Los
siguientes textos deben permitirte hacer una redacción sobre las grandes
reformas de la Segunda República. Teniendo en cuenta los documentos y su
contexto, debes atender cuando menos a las motivaciones y el contexto del
programa reformista, las principales medidas adoptadas y sus resultados.
Doc. 1. Santiago Carrillo rememora la figura de Manuel Azaña y su papel en la Segunda República:
Manuel Azaña era el líder republicano
menos conocido por las masas el 14 de abril cuando el Comité Revolucionario se
hizo cargo del Gobierno, pero era también el que tenía un conocimiento más
exacto de los grandes problemas nacionales del momento. Entre estos se
encontraban la gran propiedad latifundista, el control de la Iglesia católica
sobre la política y la cultura […] y la existencia de un Ejército colonialista
[…]. […] Como digo, seguramente Azaña tenía conciencia de estos problemas como
nadie, pero carecía de suficiente fuerza propia, de un partido fuerte que le
apoyase, del sostén de una burguesía emprendedora —inexistente— y, como han
reconocido muchos, del carácter y el coraje que exigía la empresa […].
Doc.
2. Beneficios de la reforma agraria, según el ingeniero agrario Pascual
Carrión, integrante de la Comisión Técnica encargada de elaborar el
anteproyecto de Ley de Reforma Agraria:
[…] El costo de la reforma, ya lo hemos
apreciado, es de unos 500 millones de pesetas anuales durante un decenio, pero
estas cantidades le serán devueltas al Estado por los mismos cultivadores, y
respecto a las mejoras sociales, caminos, poblados, obras de riego, etc.,
también serán amortizadas con el aumento de contribuciones e impuestos.
[…] En cuanto a los beneficios sociales,
no hay que ponderar lo que supone que tengan ocupación todos los obreros
agrícolas de esas provincias y puedan llevar una vida modesta, pero que cubra
sus necesidades y les permita ser verdaderamente libres […].
Doc.
3. La reforma educativa. Decreto de 24 de junio de 1931:
El Gobierno provisional de la República
sitúa en el primer plano de sus preocupaciones los problemas que hacen
referencia a la educación del pueblo. La República aspira a transformar fundamentalmente
la realidad española hasta lograr que España sea una auténtica democracia. Y
España no será una auténtica democracia mientras la inmensa mayoría de sus
hijos, por falta de escuelas, se vean condenados a perpetua ignorancia.
[…] Fundado en estas razones, y a
propuesta del Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, el Gobierno
provisional de la República decreta:
Artículo 1.º Se autoriza al Ministerio
de Instrucción pública para crear, a partir del 1º de Julio, 7.000 plazas de
Maestros y Maestras con destino a las Escuelas nacionales […].
Los
documentos objeto de comentario se corresponden, respectivamente, con un texto
histórico-literario del líder del Partido Comunista de España (PCE) durante la
Transición, Santiago Carrillo, sobre la figura de Manuel Azaña y su papel en la
Segunda República; un texto histórico-circunstancial del ingeniero agrario e
integrante de la Comisión Técnica encargada del anteproyecto de la Ley de
Reforma Agraria, Pascual Carrión, sobre los beneficios de ésta, y un Decreto
del Gobierno provisional sobre la reforma educativa. Los dos primeros
documentos son de carácter personal y están destinados al público, aunque el
primero, a diferencia del segundo (contemporáneo) fue realizado con
posterioridad a los hechos que narra. El tercer documento es de carácter
oficial, está destinado al público y data de 1931. En conjunto, los tres
documentos refieren directa o indirectamente las grandes reformas llevadas a
cabo durante la Segunda República en España.
Cuando el Comité Revolucionario, formado por Niceto Alcalá-Zamora, Manuel Azaña, Santiago Casares Quiroga, Álvaro de Albornoz, Fernando de los Ríos, Francisco Largo Caballero y Alejandro Lerroux, se constituyó en Gobierno provisional, tras la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, como resultado del triunfo electoral de republicanos y socialistas en unas elecciones municipales que se habían convertido en un plebiscito sobre la monarquía de Alfonso XIII (1902-1931), las Cortes Constituyentes aprobaron la Constitución de 1931, Alcalá-Zamora fue elegido Presidente de la República y Azaña asumió como Jefe de Gobierno a lo largo de un bienio reformista (1931-1933) marcado por los problemas que menciona el primer documento, esto es, “la gran propiedad latifundista, el control de la Iglesia católica sobre la política y la cultura (…) y la existencia de un Ejército colonialista”.
Cuando el Comité Revolucionario, formado por Niceto Alcalá-Zamora, Manuel Azaña, Santiago Casares Quiroga, Álvaro de Albornoz, Fernando de los Ríos, Francisco Largo Caballero y Alejandro Lerroux, se constituyó en Gobierno provisional, tras la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, como resultado del triunfo electoral de republicanos y socialistas en unas elecciones municipales que se habían convertido en un plebiscito sobre la monarquía de Alfonso XIII (1902-1931), las Cortes Constituyentes aprobaron la Constitución de 1931, Alcalá-Zamora fue elegido Presidente de la República y Azaña asumió como Jefe de Gobierno a lo largo de un bienio reformista (1931-1933) marcado por los problemas que menciona el primer documento, esto es, “la gran propiedad latifundista, el control de la Iglesia católica sobre la política y la cultura (…) y la existencia de un Ejército colonialista”.
En
cuanto a la “gran propiedad latifundista”, el Ministro de Trabajo, Largo Caballero,
inició una reforma con el objetivo de
reducir el paro entre los jornaleros, aumentar el salario de estos últimos para
ayudar a la modernización económica del país y lograr apoyos entre los
campesinos. Así, el Gobierno aprobó una serie de decretos (términos
municipales, desahucios, jurados mixtos, laboreo forzoso, etc.) que, en líneas
generales, trataban de proteger a los jornaleros contra las arbitrariedades de
los patronos, regular las condiciones laborales en el campo, obligar a los
patronos a cultivar las tierras aptas e implantar la jornada laboral de ocho
horas. Asimismo, la aprobación de la Ley de Bases (1932) permitió al Instituto
de Reforma Agraria (IRA) expropiar tierras incultas o deficientemente
cultivadas a los grandes terratenientes y entregarlas a los campesinos, de ahí
que la valoración del autor del segundo documento sea positiva, ya que, en su
opinión, “no hay que ponderar lo que supone que tengan ocupación todos los
obreros agrícolas de esas provincias y puedan llevar una vida modesta, pero que
cubra sus necesidades y les permita ser verdaderamente libres”. A pesar de
dicha estimación, la diversidad de opiniones entre la izquierda republicana,
los socialistas y los anarquistas; la decepción de los campesinos ante la
lentitud de las reformas; la hostilidad de los terratenientes, así como la
falta de capital para financiar la empresa (hecho este último que señala
Carrillo en el primer documento al hablar de la inexistencia de una burguesía
emprendedora), harían fracasar finalmente la reforma agraria, la cual recibiría
el golpe de gracia con la contrarreforma del próximo Gobierno conservador.
En cuanto
al “control de la Iglesia católica sobre la política y la cultura”, el tercer
documento representa uno de los intentos de la Segunda República por romper el
monopolio que la Iglesia ejercía sobre la educación desde la entrada en vigor
del Concordato de 1851. Con la promulgación de la Constitución de 1931, se habían
reconocido y ampliado numerosos derechos y libertades, entre ellos el derecho a
la educación; se habían establecido la aconfensionalidad del Estado y las libertades
de conciencia y de culto y, asimismo, se había prohibido el ejercicio de la
enseñanza a las órdenes religiosas (reflejado posteriormente en la Ley de
Confesiones y Congregaciones Religiosas de 1933). En consecuencia, el Gobierno provisional
y el Gobierno Azaña, con el objetivo de “transformar fundamentalmente la
realidad española hasta lograr que España sea una auténtica democracia”, aumentó
el presupuesto en educación en un 50%; creó una escuela gratuita, laica, mixta
y obligatoria con la que redujo la tasa de analfabetismo, y, asimismo, puso en
marcha las Misiones Pedagógicas para llevar la cultura a las zonas rurales. A
estas medidas se sumaron, en relación con la Iglesia, la aprobación de la Ley
de Divorcio (1932), la disolución de la Compañía de Jesús y la nacionalización
de la mayoría de sus bienes, lo que provocaría el rechazo de los sectores más
conservadores de la sociedad española.
En cuanto
a “la existencia de un Ejército colonialista”, el Jefe de Gobierno y Ministro
de la Guerra, Azaña, inició una reforma con el objetivo de acabar con el
intervencionismo del Ejército en la vida política, modernizar el cuerpo y
reducir el exceso de generales y oficiales. Así, el Gobierno Azaña aprobó una
serie de decretos que, en líneas generales, anulaban los ascensos por méritos
de guerra conseguidos durante la dictadura; cerraban la Academia Militar de
Zaragoza, dirigida por el General Franco; suprimían (sin efecto) la Ley de
Jurisdicciones (1906); obligaban a jurar fidelidad a la República, y ofrecían
la posibilidad de retirarse con la totalidad del sueldo. Al margen de la
valoración que Carrillo hace de la gestión de Azaña en el primer documento, la
actuación de este último en el Ministerio de la Guerra traería como
consecuencia inmediata el intento de golpe de Estado dirigido por el Teniente
General Sanjurjo en agosto de 1932 y, a largo plazo, la conspiración militar
que conduciría al levantamiento del 17 de julio de 1936.
En
conclusión, las grandes reformas de la Segunda República fueron un ambicioso intento
por modernizar las estructuras económicas, sociales y culturales del país, las
cuales arrastraban graves problemas que se remontaban a la construcción del Estado
liberal en el siglo XIX. No obstante, los obstáculos que encontraron tanto el
Gobierno provisional como el Gobierno Azaña entre los sectores conservadores,
representados por los terratenientes, la Iglesia y el Ejército, conducirían al
fracaso de las reformas en cuanto el nuevo gobierno conservador (1933-1936),
presidido por Lerroux con el apoyo de la Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA) de José María Gil Robles, iniciara el desmantelamiento de la
obra realizada hasta entonces.
BIBLIOGRAFÍA
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Hilgemann, W. et Hergt, M. (2007):
Atlas histórico mundial. De los orígenes a nuestros días,
Madrid, Akal.
Tuñón de Lara, M. (dir.) (1981): La crisis del Estado: dictadura, república y
guerra (1923-1939), Historia de España, vol. IX, Barcelona, Labor.
Tuñón de Lara, M. (1976): La II República, col. Siglo XXI de España General, vols. I y II,
Madrid, Siglo XXI.
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