sábado, 8 de octubre de 2016

Memorial para que no salgan dineros del reino

Valladolid, 1 de marzo de 1558

En el nombre de la Santísima Trinidad (…) la orden que da Luis de Ortiz, Contador de Castilla de Su Majestad y vecino de la ciudad de Burgos, para que no salgan dineros de estos reinos de España, antes vengan de otros a ellos, y para que bajen las cosas de los excesivos precios en que al presente están (…).

Lo primero es que se deroguen las leyes del Reino por las cuales están los oficiales manuales aniquilados y despreciados y se promulguen y hagan otras a favor de ellos dándoles honra y trabajo (…).

Lo primero se ha de considerar que la principal fuente del dinero del mundo es España, así por lo que en ella nace como por lo que viene de Indias, y si se conservase en estos Reinos no podría ser menos sino que el poderosísimo Rey y Señor nuestro allanase y sujetase con ello la mayor parte del Universo que es de infieles e hiciese que los otros príncipes cristianos no teniendo con qué le hacer la guerra tuviese por bien de hacer una paz perpetua con Su Majestad, lo que redundaría en grande ensalzamiento de nuestra Santa Fe Católica (…).

El documento objeto de comentario se corresponde con una fuente primaria histórico-circunstancial y, más concretamente, con un fragmento perteneciente al memorial escrito por Luis Ortiz, contador de Hacienda de Castilla, dirigido al rey Felipe II de España bajo el título Memorial para que no salgan dineros del reino (1558), considerado el primer texto del arbitrismo económico, corriente de pensamiento político y económico, precursora del mercantilismo, desarrollada en España durante la segunda mitad de los siglos XVI y XVII cuyos principales representantes son el mismo Ortiz, Tomás de Mercado, Martín González de Cellorigo, Sancho Moncada, Pedro Fernández de Navarrete y Luis Valle de la Cerda. El arbitrismo surge como un movimiento de reforma cuya actuación se encuentra, principalmente, en los muchos memoriales dirigidos a los Austrias para que tomen ciertos arbitrios (medidas en beneficio del Reino) como parte de una política económica necesitada de reformas estructurales.

El texto se enmarca en los inicios del reinado de Felipe II (1556-1598), caracterizado por un marcado centralismo político y el fin del ciclo económico expansivo que dará lugar a la contracción económica de la primera mitad del siglo XVII frente al predominio económico del norte de Europa.

El rey prudente, heredero de las Españas, los estados de la Casa de Borgoña, los territorios de Ultramar y el Reino de Portugal, encarna el ideal del monarca absoluto que vincula el Estado a su persona y dispone, por ello, de amplísimas prerrogativas al servicio de la unidad católica y la hegemonía de la Corona española que se traducen, por una parte, en un política interior celosa en la administración, la actividad de la Inquisición y el aislamiento cultural y, por otra, en una política exterior agresiva frente a Francia, Inglaterra, Países Bajos, Italia y el Imperio otomano.

En lo que respecta al ámbito económico, la etapa de Felipe II en el trono español se había iniciado bajo el gravamen de la deuda heredada del reinado de Carlos I, fruto de los empréstitos y las constantes campañas militares, y la declaración de una primera bancarrota en 1556 a la que seguiría otra en 1575 con graves consecuencias económicas para el eje mercantil y financiero Medina del Campo-Amberes, el comercio lanero y ciudades como Burgos, Santander y Bilbao. En ese sentido, el arbitrista Luis Ortiz se expresa en términos que dejan advertir que la causa principal de la inflación de precios castellana, paralela a la Revolución de los precios analizada por el hispanista Earl J. Hamilton, está en la salida de oro del reino, por lo que aconseja acabar con la exportación de capitales y otros recursos provenientes de Indias a fin de potenciar la industria manufacturera castellana y forzar la paz entre los reinos cristianos y España.

Los llamamientos de Ortiz a la toma de decisiones, sin embargo, no surten el efecto esperado. La Monarquía hispánica proseguirá su marcha hacia la crisis, el estancamiento y el empobrecimiento económico de la mano de la quiebra hacendística y la expulsión de los moriscos bajo el reinado de Felipe III (1598-1621), que provoca el derrumbamiento agrícola, artesanal y demográfico de las áreas afectadas (Valencia, Murcia, Andalucía, parte de Castilla y Extremadura, Aragón, Cataluña) y la aparición de los desequilibrios entre el centro y la periferia; el desplazamiento del eje comercial desde el Mediterráneo hacia el Canal de la Mancha y las pérdidas territoriales sufridas bajo los reinados de Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700). Si bien parte de la inspiración de las ideas arbitristas están en la base de las reformas emprendidas por el conde-duque de Olivares bajo la monarquía de Felipe IV, el fracaso de éstas contribuirán decididamente al desprestigio de los hoy considerados precursores del mercantilismo.

BIBLIOGRAFÍA

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