domingo, 26 de enero de 2020

Los orígenes de la civilización


"En las extensas llanuras de aluvión y en los terrenas llanos de las riberas, la necesidad de realizar grandes obras públicas para drenar y regar la tierra y proteger los poblados, hizo que la organización social tendiera a consolidarse y el sistema económico a centralizarse. A1 mismo tiempo, los habitantes de Egipto, Súmer y la cuenca del Indo, se vieron obligados a organizar algún sistema regular de comercio o trueque, para asegurarse el abastecimiento de materias primas esenciales. La fertilidad de las tierras dio a sus habitantes los medios de satisfacer su necesidad de importaciones. El excedente de productos domésticos no sólo debió ser suficiente para intercambiarlo por materiales exóticos; también debió servir para sostener un cuerpo de comerciantes y de trabajadores de los transportes encargados de obtenerlos, y un cuerpo de artesanos especializados para trabajar las preciosas importaciones con mejor provecho. Pronto se hicieron necesarios los soldados para proteger por la fuerza los convoyes y la retaguardia de los comerciantes, las escribas para llevar registro de las transacciones cada vez más numerosas y complicadas, y los funcionarios del Estado." 

CHILDE, V. G. (1974): Los orígenes de la civilización, México, Fondo de Cultura Económica, p. 174. 

El documento objeto de comentario se corresponde con un fragmento de carácter historiográfico perteneciente a la obra Los orígenes de la civilización, de VERE GORDON CHILDE (1892-1957). La fecha de edición del texto es de 1974, aunque la publicación original data de 1936. En cualquier caso, el texto remite a una fecha mucho más remota, posiblemente a la del nacimiento de las primeras sociedades urbanas del Creciente Fértil (Alto y Bajo Egipto, Palestina, Siria, Asiria, Mesopotamia, Elam) en torno al IV milenio a.C. El autor fue un destacado arqueólogo y filólogo marxista australiano especializado en el estudio del Neolítico en Europa. La obra a la que pertenece el fragmento está dirigida al público en general.

Tal y como se puede apreciar, el fragmento trata del proceso de formación de las primeras sociedades urbanas del Creciente Fértil a partir de la necesidad de asentar una autoridad central capaz de llevar a cabo obras públicas para cultivar la tierra, disponer de un contingente de soldados para proteger los poblados y las rutas comerciales, y contar con un grupo de escribas y funcionarios encargados del registro de transacciones y la administración general, respectivamente. Dicho proceso de formación se apoyaría en la actividad comercial como elemento dinamizador de la sociedad, ya que la carencia de materias primas hace necesarias las importaciones y, asimismo, la posibilidad de comerciar con el excedente de producción permite obtener productos exóticos y sostener a una clase de comerciantes, transportistas y artesanos.

En el primer párrafo, el autor habla de la consolidación de la sociedad y la centralización del sistema económico como resultado de la necesidad de cultivar la tierra y proteger los poblados. Dicha deducción se encuadra dentro de las teorías sobre las causas de las primeras sociedades urbanas. Mientras que ADAMS, CHILDE, DIAKONOFF, STEWARD, TESTART o WITTFOGEL coinciden, con sus diferencias, al considerar la agricultura como un factor determinante de la revolución urbana, CARNEIRO y GIBSON ponen mayor énfasis en la estratificación social (entre una clase poseedora y otra desposeída) derivada de la crisis de subsistencias, la presión demográfica y la guerra por la ocupación de nuevas tierras. En el segundo párrafo, el autor se centra en la actividad comercial como elemento dinamizador de la sociedad. En ese sentido, las transformaciones económicas tuvieron su reflejo en la jerarquización de la sociedad, ya que la diversificación y especialización de la mano de obra, formada por agricultores, artesanos, comerciantes, esclavos y ganaderos, y el excedente generado por las distintas actividades productivas permitió el sostenimiento de una clase no productora, formada por funcionarios, militares y sacerdotes, que detentaba el poder político. Dichas élites se habrían perpetuado en el poder bajo la forma de monarquías hasta alcanzar un desarrollo tal que les permitiera conquistar nuevos mercados y tierras y convertirse en verdaderos imperios territoriales, asaltados por continuas guerras.

Al margen de las transformaciones políticas, económicas y sociales, las civilizaciones urbanas del Creciente Fértil también presentaron transformaciones tecnológicas e ideológicas. En cuanto a las transformaciones tecnológicas, la utilización del arado tirado por bueyes implicó un considerable aumento de la producción agrícola a partir de su aparición en Egipto en el IV milenio a.C. El uso del torno permitió al alfarero fabricar mejor cerámica. La invención del telar supuso un importante avance para la industria textil, así como la especialización del utillaje para la industria metalúrgica. La invención de la rueda y el desarrollo de embarcaciones fluviales permitieron el transporte de cargas más pesadas a mayores distancias, con especial importancia en las civilizaciones hidráulicas de Egipto y Mesopotamia. En última instancia, la construcción de numerosas obras públicas permitió a dichas sociedades gozar de las ventajas del sistema de regadío, prevenir inundaciones y disponer tanto de murallas defensivas contra los enemigos como de palacios para acoger a sus élites, templos para rendir culto a sus dioses o tumbas para inhumar a sus muertos. En cuanto a las transformaciones ideológicas, la religión jugó un papel de gran importancia en la configuración de las primeras sociedades urbanas, ya que los sacerdotes controlaban el excedente agrario, monopolizaban el conocimiento y, por tanto, estaban en la cúspide del poder. No obstante, la tradicional autoridad ejercida por el templo se iría desplazando poco a poco hacia caudillos militares que establecieron sus propias leyes, convirtiéndose así en los primeros reyes de la historia. Por otra parte, el arte era el vehículo de expresión de la religión y el poder. La arquitectura conoció un gran desarrolló gracias a la diversificación y especialización de la mano de obra, el progreso de la ingeniería y el sentido de la estética. Numerosos objetos y ornamentos estaban orientados a los servicios religiosos y al comercio de artículos de lujo. En el campo de la ciencia, las primeras sociedades urbanas fueron testigos del gran avance de las matemáticas y la astronomía, la creación del sistema de pesas y medidas, la aparición del calendario de doce meses gracias a la invención del sistema numérico sexagesimal y, sobre todo, el desarrollo de la escritura, que pasó de conformar un sistema pictográfico y simbólico (escritura cuneiforme) a otro basado en el alfabeto.

En conclusión, el texto de Childe resulta una aportación valiosa y original al estudio de las primeras sociedades urbanas. Su ensayo generó ciertas preguntas sobre las que todavía se debaten, y la perspectiva marxista desde la que abordó ciertos problemas sigue siendo igual de válida, sobre todo a la hora de analizar temas tradicionalmente adscritos a dicha línea de pensamiento, como la familia, el Estado, el trabajo, el capital o la cultura material.

BIBLIOGRAFÍA

Childe, V. G. (1974): Los orígenes de la civilización, México, Fondo de Cultura Económica.

Eiroa, J. J. (2006): Nociones de prehistoria general, Barcelona, Ariel.

Lévèque, P. et Caquot, A. (2013): Las primeras civilizaciones: de los despotismos orientales a la ciudad griega, Madrid, Akal.

Liverani, M. (2008): El Antiguo Oriente: historia, sociedad y economía, Barcelona, Crítica.

Service, E. R. (1984): Los orígenes del Estado y de la civilización: el proceso de la evolución cultural, Madrid, Alianza.

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